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PROHIBIR LA TECNOLOGÍA EN EL AULA (...excepto una)

Un par de artículos de gran repercusión publicados en los últimos años han hecho que los educadores se pongan a pensar en el lugar que ocupa la tecnología en las aulas.

New York Magazine leads the charge, in The Case Against Laptops in the Classroom. The story shares the experiences of three prominent university professors, each of whom have banned laptops and other electronic devices in their lectures. Though only anecdotal, each instructor notes that after students’ initial resistance faded, class sessions became more interactive. Without a digital device in hand, the subconscious pull “just to check in” on social networks, email, or any number of other distracting sites is eliminated, and students can truly be present for class.

Con una visión diferente del tema, un reciente artículo de Quartz analiza la eficacia de la instrucción individualizada frente a los contenidos estandarizados. Aunque el autor se esfuerza por aclarar que la tecnología es una ayuda pedagógica inestimable cuando se utiliza correctamente, el artículo (titulado No podemos confiar en Internet para enseñar a nuestros hijos ) se centra en una investigación que concluye que los estudiantes que reciben instrucción individualizada suelen tener un rendimiento dos desviaciones estándar -un 98% de media- mejor que los que no la reciben. Parece que la tecnología puede presentar información, pero sólo un profesor de carne y hueso puede impartir conocimientos.

Estos artículos pueden parecer en un principio antitecnológicos, pero no es del todo cierto. Lo que son es pro-docentes.

La tecnología se ha ganado un lugar en la experiencia de aprendizaje, con un valor establecido como recurso de referencia y campo de entrenamiento. Pero ninguna tecnología puede sustituir el valor de un gran profesor, que ayuda a los alumnos a encontrar conexiones, les reta a aplicar los conceptos y les empuja a profundizar y llegar más lejos en busca de la verdadera comprensión.

Hoy en día, el tiempo de clase representa sólo una fracción del total de horas que un estudiante dedicará a las actividades, lecturas y tareas de una clase. Por ello, muchos profesores han llegado a la conclusión de que para esos pocos e inestimables minutos en los que los alumnos están todos juntos, incluso las distracciones momentáneas que permite Facebook son simplemente una pérdida demasiado grande. Prohibir la tecnología en el aula es un paso más para aprovechar al máximo el tiempo de aprendizaje interactivo, haciendo que todos los alumnos participen en los debates y las actividades, y creando la oportunidad de que los instructores ayuden a cada alumno de forma individual.

Por supuesto, aunque las tecnologías para estudiantes pueden distraer, algunos profesores están descubriendo que hay una excepción que merece la pena a las prohibiciones digitales totales. El vídeo se ha convertido en en la única tecnología en el aula que puede ayudar a mantener otras tecnologías fuera del aula. Somos parciales, por supuesto, así que dejaremos que Bronwyn Bleakley, del Stonehill College, comparta su experiencia en su lugar:

 

 

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